Las flores que nacen de mí

Bueno, a ver, para ser realista no estoy, ¿Cómo se dice? Ah sí, feliz.
No, la verdad es que la felicidad y la alegría no están colmándome de pensamientos rosados, cándidos, incluso ingenuos. Pero tampoco puedo decir que estoy mal, ya pasé por ése momento. Estoy como la mismísima nada, todo me parece absoluta y parcialmente neutro. Y eso debe ser lo que me tiene así… todo parece tan inanimado, inerte, en sí, tan nada.
Tengo en frente mío una transición ineludible. Y no se puede evitar.
Soy como ése conjunto de tejidos y células que se unifican para dar vida. Soy como ese brote germinándose para aflorar. O al menos mis ideas, emergen, las flores que nacen de mí.
Nada de lo que dije tiene mucho sentido, pero es lo que siento, siento que todo está calmo, no hay razón para esconderme ni motivo por el cuál desbordar de satisfacción.
La nada misma me ayuda a pensar, que si algo la desequilibra voy a extrañarla, pero si sucede algo realmente bueno, voy a extrañarlo cuando vuelva a sentir esto que es casi abiótico y sin gracia.
¿Qué se siente cuando no se siente nada?

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